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¿Puede ser la industria de la moda realmente incluyente?

La industria de la moda se ha caracterizado por imponer estándares inalcanzables y excluir a grupos sociales y culturales. Ahora trabajamos para erradicar estas prácticas, pero, aun así, ¿puede ser realmente incluyente?



La Alta Costura como génesis de este cuestionamiento


Justo durante la semana pasada —que va del 22 al 29 de enero, más o menos— se presentaron las colecciones para esta primavera 2021 en lo que a Alta Costura corresponde. Y, a raíz de esto, todos los medios relacionados a la industria de la moda no hablaban de ninguna otra cosa, y con justa razón, digo, es el tema del momento.


Entonces, estaba leyendo un post en Instagram que cuestiona si la Alta Costura sigue siendo negocio y por qué. Y —aunque no me parece que este post haga un gran aporte, porque explica muy poco sobre cómo funciona el negocio— su punto —el cual consiste en que la Alta Costura todavía funciona porque aún hay gente que puede pagarla y está dispuesta a hacerlo por tener algo único y hecho a la medida— despertó una inquietud que yo ya tenía:


¿Puede ser la industria de la moda realmente incluyente?


Definitivamente, la industria de la moda ha pasado por un proceso —incluso sigue estando dentro de este proceso— para diversificarse y ser más incluyente. Y aunque todavía le queda un laaaaargo camino por recorrer, sin duda ha habido un despertar y hay ciertas materias en las que ha empezado a renovarse e instaurar un cambio.


¿Cuáles son esas materias que fácilmente podemos señalar y en las que se evidencia esta falta de inclusión o el trabajo que se está haciendo para remediar dicha problemática?



Diversificación de tallas


El ejemplo claro de esto puede ser la delgadez de las modelos y el cambio de tallas por el que actualmente peleamos.


Si bien, los cuerpos delgados no siempre fueron tendencia —pienso en los 50’s y la figura de Marilyn Monroe como el “ideal”—, definitivamente la industria de la moda llegó a un punto, del cual ahora estamos intentando retornar, en el que cuerpos delgados e incluso enfermos —pensando en trastornos alimenticios, como la anorexia— regían cómo queremos —o queríamos— ser.


Sin duda, los modelos tienen una función muy específica: ser maniquíes. Están para mostrar las prendas diseñadas; aquí lo que realmente nos interesa es la ropa, no quién nos la muestra. Y me parece que todo esto comenzó con el hecho de que los diseñadores preferían cuerpos delgados para mostrar sus creaciones, porque así éstas se podían visualizar “mejor”, sin pliegues o “deformaciones” ocasionados por la naturaleza del cuerpo.


Fue justamente en los 90’s cuando todo esto se salió de control y llegamos a un ideal de belleza imposible de mantener que se prolongó hasta los 2000's.



Actualmente hay un movimiento de body positive muy significativo para que, tras casi 30 años, erradiquemos estos estándares tan poco saludables y que nos incitan a no querernos a nosotros mismos. Y hay que decir que este movimiento definitivamente no fue iniciado por la industria de la moda, pero que, tras este despertar del mal que ocasionó, ha intentado embarcarse en esta lucha, aunque sea a pasos pequeños.


Tampoco es que todos los integrantes de esta industria se sumen a la iniciativa, pues habrá que admitir que muchos aún se aferran a este ideal de cuerpo delgado. Sin embargo, respecto a esto, pienso mucho principalmente en los desfiles de Jacquemus y Versace para el Ready-to-wear de primavera 2021 que tuvieron lugar en julio (2020) y mostraban un poco más de diversidad.


Pasarelas de Versace (SS 2021) (3 primeras) y Jacquemus (SS 2021) (2 últimas).


El problema está lejos de resolverse y estas acciones de Jacquemus y Versace no son una verdadera solución, de hecho, se quedan cortos en muchos aspectos, porque aunque nos da algo diferente, siguen siendo cuerpos que poco se alejan de este estándar, además de que sólo lo vimos en figuras femeninas, no masculinas, pero nos habla del inicio de la atención y visibilidad que se le ha dado a este tema y esos pequeños pasos hacia la inclusión de diferentes tipos de cuerpos.



Sobre el racismo


Es muy importante que para este punto retomemos el ejemplo anterior, correspondiente a Jacquemus.


Cuando se presentó la colección de primavera 2021 Ready-to-wear de este diseñador, todos apuntaban hacia las modelos de talla grande que formaron parte de la pasarela y cómo esto era una señal excelentísima de inclusión. Pero, para acallar esas bocas, fue preciso señalar a todo el cast detrás de la producción, pues el equipo era… blanco. En este caso, no podríamos hablar realmente de inclusión.


Aunado a esto, no es ningún secreto que las modelos negras no son muy socorridas para desfilar. Una vez más, así como en el caso de las tallas, estamos atados a una concepción de la belleza en la que no encajan los afrodescendientes. En muchas de las ocasiones, pierden oportunidades por su cabello afro… —quiero decir: ¿?


Esto me hace pensar mucho en el movimiento de Ashley Chew, Black Models Matter —el cual ya antes habíamos abordado aquí— con el cual consiguió que durante la primera semana de la moda en Nueva York del 2017 hubiera al menos una mujer negra en cada desfile.



También me hace pensar en Naomi Campbell, que ya todos conocemos como un referente en el modelaje.




Y al mismo tiempo pienso en Adut Akech, que ganó como “Model of the Year” en el 2019 con tan sólo 19 añitos.


Y hablando de representación, también pienso en otros nombres latinos como Nina García —la editora en jefe de Elle—, Sophie López —la estilista de Yalitza Aparicio, Kate Hudson, entre otras—, incluso Carolina Herrera —la diseñadora venezolana.



En fin, definitivamente no tantos nombres como nos gustaría o los necesarios para hablar de una igualdad en cuanto a números, pero sí un indicio de que estamos trabajando para que las cosas cambien, y como decíamos, el problema de inclusión no está solucionado, pero estamos en ello.



Trastornos genéticos


Como un flashazo, se me vino a la mente la modelo británica Ellie Goldstein, quien vive con Síndrome de Down. A pesar de eso, ha sido la imagen de campaña de Gucci y Nike y ahora es la portada de la edición de febrero 2021 de la revista Elle México.



No que por tener Síndrome de Down o algún otro trastorno te incapacite de ser la imagen de marcas de lujo e internacionales, tampoco de protagonizar editoriales. Sin embargo, es un gran parte aguas hacia la inclusión, ya que, como hemos visto, la industria de la moda se atañe muchísimo a sus propios conceptos de belleza que dejan fuera a las personas reales.



El poder adquisitivo


Así que ya mencionamos dos puntos centrales donde podemos hablar de inclusión. Quiero decir, si nos preguntamos “¿la industria de la moda es incluyente?”, pues tal vez nuestra respuesta sea no; pero si nos preguntamos “¿la industria de la moda puede ser incluyente?”, tal vez la respuesta sea sí. Como algo que no hemos logrado, pero que nos esforzamos para algún día alcanzar.


Pero luego, como comentaba en un principio, pienso más particularmente en la Alta Costura y a quién va dirigido su consumo. Y creo que la industria de la moda sí discrimina y no lograría ser nunca realmente incluyente por un aspecto muy particular: está dirigida y diseñada para un público muy específico con dinero.


Y claro que el ejemplo principal es el de la Alta Costura, a la que definitivamente no cualquiera podemos acceder.


Luego, quitando de en medio la línea de Alta Costura, seguimos teniendo las mismas marcas de lujo: Chanel, Dior, YSL… y la lista sigue y sigue. En este sentido, particularmente pienso en el ejemplo de Bottega Veneta, que inició el año cerrando sus redes sociales por completo como una estrategia de marketing en un afán de volverse incluso mucho más exclusiva. Si esto no es una discriminación explícita a cierto sector, entonces no sé qué lo sea.


En general, todas estas marcas lo que hacen es vender cierto estatus y un diferenciador de personas que definitivamente no pueden acceder a ellas. Quiero decir, si hoy en día cualquiera pudiera comprar un Chanel, entonces ya no sería tan especial.


Y uno puede decir, “sí, pero estas marcas de lujo no son tooooda la industria de la moda”, y ese uno tendría razón. Podemos decir, “la industria de la moda tiene su apartado de fast fashion, el cual va dirigido a otro tipo de público”, pero ¿realmente queremos refugiarnos en esta carta?



En un país como México, en el que el salario mínimo va de $123.22 mxn al día, gran parte de la población recibe un ingreso poco superior a los $3,000 mxn al mes. Ahora, si nos vamos a uno de los referentes de la moda rápida, como lo es Zara, y elegimos una prenda básica para nuestro día a día, como es un pantalón de mezclilla o jeans, nos daremos cuenta que los modelos “más económicos” están en $749 mxn.


¿Es esto realmente asequible para alguien que trabaja todo el día, todos los días, por poco más de $3,000 mxn al mes y que por lo regular es el principal sustento de toda su familia?


Y ni siquiera me hagan empezar con la explotación laboral que la industria de la moda rápida va dejando a su paso, desde los que maquilan las telas que utilizan, hasta los dependientes de sus tiendas —de lo cual, pueden leer un poco más en este post—. A eso sumándole el daño que ocasionan al planeta. ¿A eso puede llamársele realmente inclusión?



Así que estaba preguntándome si la industria de la moda puede ser realmente incluyente, y pensé en todos esos aspectos en los que no lo era, pero en los que se está trabajando para serlo; pero luego llegué a un punto del cual ya no pude retornar.


Siento que la industria de la moda muy difícilmente logre ser realmente incluyente porque seguirá discriminando a un cierto sector social, porque lo que vende es exclusividad y estatus. Incluso entre este grupo de gente que consume fast fashion en México; recuerdo muy bien personas en completa ignorancia —de todo en general, tanto lo dañinas que son estas empresas porque propician la explotación laboral y del medio ambiente, como de que en realidad hay marcas de lujo mucho más grandes— alardeando acerca de su prenda comprada en Massimo Dutti como si esto les otorgara cierta superioridad social.


Yo les pregunto a ustedes, ¿puede la industria de la moda ser realmente incluyente?

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