Es muy común que entre amigos se dé el prestar la ropa y compartir nuestras prendas, pero esto no aplica para todos ni todo el tiempo. ¿Cuáles son los factores que consideramos al momento de prestar nuestra ropa?
¿Cuántas veces hemos pronunciado o escuchado el tan famoso “cuando gustes” haciendo referencia a que, si así nos lo piden, estaríamos dispuestos a prestar ese objeto que nos acaban de chulear? ¿Y cuántas de esas veces lo hemos dicho realmente en serio?
Yo tengo que admitir que, mientras crecía, esa cultura del “préstamo” la verdad es que no formaba parte de mi vida. Siempre fui la niña que pedía la opinión y el permiso de sus papás para absolutamente todo, no había nada que yo hicieran a lo que mis papás no hubieran dicho “sí” previamente, y si no lo hacía era porque claramente mis papás habían dicho “no”. Explico esto porque, en este sentido, mi mamá siempre promulgo por el mundo el “cada quien sus cosas”, por lo que en realidad no tenía permitido prestar nada muy serio —claro que podía prestar un lápiz en la escuela, por ejemplo, pero incluso algo como eso creo que sería visto con recelo por mi mamá.
Entonces… conforme me iba haciendo mayor y, ya saben, nuestros intereses cambian y nos comenzamos a adentrar al mundo de otro tipo de diversión… Recuerdo estar alistándome para una de mis primeras fiestas de adolescente con mis amigas y cómo el clóset de una era el clóset de todas. Para mí, eso estaba mejor que bien: era una forma de expandir tus posibilidades, de lucir y vestir algo que te gustaba y que no necesariamente tendrías que adquirir o tener previamente; y al mismo tiempo, creaba un vínculo con esas personas, como si de alguna manera fortaleciera nuestra amistad al integrar el valor de compartir de esta forma.
Conforme seguí creciendo y experimenté por mí misma, comprendí en varios sentidos el porqué de la opinión de mi mamá, pero también descubrí otras razones para no compartir su punto de vista. Es así como ahora pienso y me cuestiono a mí misma acerca de toda esta dinámica de prestar la ropa.
¿Estamos dispuestos a prestar nuestra ropa?
Como iniciaba esta entrada del blog… En ciertas ocasiones nos vestimos con nuestros propios elementos, según nuestro estilo particular y nuestros gustos personales, y esto termina agradando a otras personas. Otras veces, hacemos buenas comprar, o encontramos piezas extraordinarias para incluir en nuestro guardarropa, que a otras personas terminan por gustarles mucho. Por lo regular, esto termina con un cumplido de un tercero y con nosotros respondiendo “cuando gustes”.
Pero yo realmente me empecé a preguntar la legitimidad de esa contestación, del famoso “cuando gustes”.
Pienso que hay dos caminos al momento de considerar prestar nuestra ropa. Es probable que no estemos realmente cerrados a la posibilidad de prestar algunos de —o todos— los elementos de nuestro guardarropa, pero al mismo tiempo no se los prestaríamos a cualquiera… Creo que en nuestra cabeza clasificamos a las personas y no necesariamente de una forma negativa, es sólo que algunas son mucho más cercanas y hemos tenido más oportunidades para sentir que podemos depositar nuestra confianza en ellas.
Creo que, en este sentido, podemos estar abiertos a prestar nuestras prendas, pero no absolutamente. Lo que me hace cuestionar el “cuando gustes”. Para este punto, ya sólo hablamos de una contestación amable, una forma de agradecer el cumplido que nos han dado y de cierta forma intentar devolver el favor.
Definitivamente, la vida sería mucho más sencilla si no nos sintiéramos obligados a utilizar código de amabilidad y cortesía. Si a mí me dedicaran un “cuando gustes”. En mi cabeza no pararía de darle vuelta al asunto, preguntándome hasta qué punto me han dado la libertad y la confianza y por qué lo harían; además de cuestionarme a mí misma si sería capaz de llegar a pedir prestada la prenda, pensando que no me atrevería y dudando si aquella persona alguna vez esperará a que yo lo haga.
Por otro lado, he sido aquella persona que ofrece sus pertenencias sin decirlo en serio completamente. Y digo, ¿por qué soy así? Me atormenta pensar si la otra persona me tomará la palabra y no me podré negar porque yo misma lo ofrecí en un principio, ¿qué pretexto tendría?, ¿por qué dije algo que no quería?
No creo que esto no nos convierta en personas hipócritas o mentirosas. Más bien, como ya lo había mencionado antes, todo radica en esa cultura de amabilidad y cortesía, y que queda implícito en la frase que realmente no se está ofreciendo el préstamo de la ropa, nadie lo dice ni lo toma en serio. Pero ¿qué pasa cuando realmente lo dices o lo tomas en serio y tu interlocutor no? ¿Cómo llegar a un acuerdo en el que el otro no tenga que hacer algo que no quiere? Quiero decir, hay de todo en el mundo…
Por qué no prestar la ropa
Ya decíamos que podemos estar realmente abiertos a prestar nuestra ropa, pero también sólo parcialmente —sólo algunas cosas (podría ser dependiendo de nuestro desapego a ellas) o sólo a algunas personas (dependiendo de la cercanía con éstas)— o de ninguna manera.
Yo pienso que mi recelo principal para prestar la ropa vendría a raíz de la desconfianza de que o 1) me la regresaran dañada; o 2) simplemente no me la regresaran.
Tengo que confesar que tampoco es como si fuera la persona más cuidadosa del mundo y protegiera las cosas de todo mal como si no hubiera un mañana. Pero sí me pesa cuando mis cosas se dañan por otras persas; sobre todo porque la ropa es algo que me gusta muchísimo y hay prendas de las que no me gustaría prescindir en un futuro tan inmediato, y también porque creo mucho en alargar la vida de la ropa —la verdad es que soy super adicta a comprar y comprar cosas nuevas, pero al mismo tiempo tengo piezas en mi clóset desde hace cinco años o más.
Esto también, de alguna forma, tiene mucho que ver con el apego que yo tengo con los objetos. Tal vez puede verse desde una perspectiva muy superflua o materialista, pero, de cualquier forma, cualquier cosa que tengo tiene un valor o significa algo para mí. Quiero decir, hay una razón por la cual adquirí esa cosa y guarda un momento.
Otra de las razones para no prestar la ropa es la accesibilidad e inmediatez. Soy una persona que le gusta tener el control de las cosas, y que éstas estén en su lugar siempre para que en el momento en que yo decida usarlas no haya pretexto para no hacerlo. Me gusta que las cosas estén justo donde pueda verlas, porque, aunque no las necesiten en ese preciso momento ni en ninguno cercano, me causa una molestia mental que no me deja estar en paz.
Pero, siguiendo con esto mismo, no es la única cosa. Quiero decir, aunque no me molestara mentalmente tanto saber que algo no está en su lugar, sigue estando el hecho de no poder usar algo cuando quiera usarlo porque se lo he prestado a alguien más. Me gusta la disponibilidad y poder hacer un uso amplio de lo que se supone que es mío… Lo sé, muy egoísta de mi parte.
Cuando hablo de prestar la ropa, pienso mucho en la opinión que alguien me dio al respecto: “qué asco”. Sinceramente, no es algo que cruce mi mente al momento de considerar prestar alguna prenda —son otras cosas que ya mencioné lo que me lo impide—, porque por algo existe el sistema de lavado… Además de que creo que es iluso pensar que, incluso si compramos algo completamente nuevo, alguien más no se la probo; y que si te la pruebas antes de comprarlo, te estás poniendo una prenda que alguien más ya se puso sin que se haya lavado de por medio… incluso es hasta peor, ¿no?
Pero bueno, la verdad es que cada quien sus traumas y complejos mentales, aquí no estamos para juzgar a nadie, todos tenemos nuestros propios issues…
Por qué sí prestar la ropa
Como mencionaba al principio de este escrito, a veces creo que prestar la ropa puede crear un vínculo entre las personas.
Pienso que va más bien en el sentido en el momento que las personas comparten sus prendas, precisamente pensando a cuando se arreglan juntas, idean los outfits a usar según la ocasión en ese momento en conjunto, proponiendo y poniendo sobre la mesa sus propias cosas para el disfrute del otro.
Al mismo tiempo, también pienso en ese vínculo como el resultado de una red de confianza: tengo la suficiente confianza en ti como para ofrecerte y prestarte algo de mi guardarropa —incluso con todo y los recelos y razones que pueda tener para no hacerlo y/o querer hacerlo—, y además recibo la confianza como para que esa otra persona se atreva a pedirme algo. Aunque muchas personas son muy confianzudas, para otras puede ser algo significativo.
El compartir la ropa puede crear un vínculo porque ahora sería algo significativo para esa otra persona también, ya no sólo para ti. Traerá un nuevo recuerdo y se le añadirá otro significado.
Por alguna razón pienso en prestar la ropa como prestar los libros. Siento que cuando cada persona lee el mismo libro, en realidad no leemos el mismo libro, adquiere un significado diferente cada vez, y hay tantas formas de interpretar la lectura como personas en el mundo y las diferentes veces que incluso una misma persona lea ese libro. Pienso que lo mismo pasa con la ropa, cada persona vive una experiencia diferente cada vez que se la pone.
Ahora que se habla tanto sobre la moda sustentable y su importancia, creo que prestar ropa es una buena forma de manejar nuestro consumo. Pienso que de esta manera alargamos la vida de la ropa en un buen sentido.
Obviamente que el prestar la ropa no es para todos ni todo el tiempo, eso es totalmente entendible. Cada quien… ¿Prestar o no prestar tu ropa? Esa es la cuestión.