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“Moda sustentable”: el discurso de la culpabilidad hacia el consumidor

El consumidor es señalado como el culpable al adquirir fast fashion, pero las figuras de poder son las responsables de regular esta industria, mientras la moda sustentable aún resulta inalcanzable para muchos



A casi dos meses, sigo pensando en el día de la Tierra que conmemoramos el 22 de abril. Todo se trataba de concientización respecto al cambio climático; y la mención de la industria de la moda no se hizo esperar, debido a su papel tan crítico dentro de esta problemática.

Desde entonces, el problema no se ha esfumado y los blogs de moda sustentable no quitan el dedo del renglón —tampoco es que deberían—, hablando del daño ocasionados por las grandes productoras de ropa al medio ambiente y mostrando algunas “soluciones” desde su perspectiva.

Como alguien que vive por ropa y zapatos, no puedo evitar pensar en cómo, a sus ojos, contribuyo a la destrucción de este planeta con mi deseo de expresarme por medio de lo que visto y tener cada vez más herramientas para ello —o séase, comprar y comprar ropa—. Por lo que me siento culpable.

La moda y su impacto en el medio ambiente

Para empezar, podemos explorar el porqué me sentí culpable de mi obsesión con la moda y ropa.

No es sólo el hecho de que dentro de la industria de la moda existan abusos y una forma de esclavitud moderna —de lo cual pueden leer un poco más aquí—, como si esto no fuera lo suficientemente horrible, la moda también contamina.

Para abril del 2019 nos llenábamos de titulares que evidenciaban a la industria de la moda como la segunda más contaminante, y la verdad es que poco o nada ha cambiado desde entonces.


La sobreproducción de moda

No intento profundizar sobre cómo la industria de la moda perjudica a nuestro medio ambiente. Pero, para contextualizar, podríamos hablar sobre la producción. En el mundo somos alrededor de 7 billones de personas, pero al año se producen más de 100 billones de prendas [1].

La mayoría de estas prendas ni siquiera salen de las tiendas, terminan en basureros porque “nadie las quiso comprar”. Algunas marcas de lujo prefieren quemar las prendas que se les quedaron, antes de caer en descuentos que “dañarían su imagen”, pues principalmente venden status.

Paralelamente, por lo regular, cuando ya no nos queda o no queremos alguna prenda, la donamos; a alguien más le puede hacer falta. Esto es por la mala distribución. Así como hay billonarios que podrían acabar con la pobreza de países enteros, así como la riqueza, hay la ropa suficiente, pero está mal distribuida.

Hace ya algún tiempo leía en @Fashiontheorist sobre el Mercado de Kantamanto en Acra, Ghana, lugar al que se desechaba casi toda la ropa del hemisferio norte, sin que sus habitantes pudieran explicarse que alguien se deshiciera de tanta ropa en buenas condiciones.


Esto podemos unirlo a la cantidad de químicos requeridos para producir cada textil, los cuales también generan un impacto. Mucha ropa termina como basura a la que le toma mucho tiempo desintegrarse, o en humo, pues la queman sin haber sido aprovechada en ningún momento.

La culpabilidad de gustar de la moda

Indiscutiblemente, la industria de la moda contamina enormemente, e interesarnos por ella implica tener una mirada crítica y consciente, en correspondencia a nuestra responsabilidad de cuidar al planeta. Me parece que el papel de muchos blogs, periodistas y activistas de moda sustentable es fundamental para guiarnos en ello.

El problema que yo veo aquí es que muchas de estas plataformas y voceros independientes de moda sustentable recurren a la culpabilidad del consumidor. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que se dedican a señalarnos y otorgarnos la completa responsabilidad por consumir fast fashion —principalmente.

La moda rápida se ha convertido en esa ventana para que muchos de nosotros podamos inmiscuirnos en el mundo de la moda. Su accesibilidad nos ha permitido ser parte de una conversación que inició para ricos. Quiero decir, ¿cuántos de nosotros podríamos comprar un bolso Chanel?, ¿cuántos de nosotros podríamos comprar un bolso de Zara?


El fast fashion contamina, pero como alguna vez escuché decir a alguien más: “el ambientalismo sin consciencia de clase es mera jardinería”.

Claro, los blogs de moda sustentable se encargan de ofrecernos alternativas más saludables para nuestro planeta, como comprar de segunda mano y/o aplicar el up cycling —que consiste en reparar, e incluso transformar por completo una prenda— o consumir marcas sustentables, entre muchas más. Pero creo que algunas veces no son conscientes que estas prácticas no son para todos nosotros.

Por ejemplo, es verdad que la adquisición de ropa de segunda mano ha ido a la alza, en muchas ocasiones superando los precios de una prenda nueva. Y no les voy a mentir, hace un tiempo vi una camiseta del tour de Ricky Martin del año 2000 y me decepcioné cuando vi que costaba $1,500.00 mxn, cuando en su momento debió haber costado lo equivalente a hoy en día $200.00 mxn.

No todos nosotros tenemos la habilidad para transformar y reparar nuestra ropa, como opción para renovar nuestro guardarropa. Las marcas de moda sustentable no siempre son alcanzables económicamente hablando, en comparación con el fast fashion.

De la misma forma, me gustaría señalar cómo muchos hacen su hauls sobre la ropa usada o adquirida de pacas o tianguis. Y justo ahí encontramos el problema del sobre consumismo, en estos casos ya no importa si las prendas son de segunda mano, porque al final regresamos a una sobre demanda; en muchas ocasiones también al acaparo de tallas que para otros son difíciles de encontrar.

Si de cualquier manera generarán un sobre consumismo, ¿cuál es el punto? Creo que la clave está justo ahí, en regular nuestro consumo y mirar el entorno del mundo de la moda desde una perspectiva consciente.

Odio mucho que nos quieran hacer sentir culpables por comprar en fast fashion cuando muchas de sus prácticas no éticas requieren de una regulación que está por encima de nosotros. Pues son los gobiernos quienes deben de regular estas prácticas, legislando para establecer horarios y sueldos dignos, regular el acceso a los recursos naturales, gestionar el manejo de los desechos, entre otras cosas.

Justamente pienso en lo que sucedió con el algodón de China —de lo cual pueden leer un poco más aquí— y cómo era el mismo gobierno quien sometía a la gente que trabajaba en esos campos, además de cómo varias celbridades se dedicaron a boicotear empresas que decidieron no seguir comprando su producción (como es el caso de H&M) —siempre lo he dicho, el nacionalismo no puede ser bueno.

No me malentiendan, con esto no quiero eximirnos de responsabilidades. Claro que es nuestro deber exigir y cuestionar, como ya lo había comentado; con nuestras preferencias, decisiones y compra tenemos mucho poder, pero no es nuestro todo el trabajo. Debemos exigir a nuestros gobierno y empresas, presionar; también debemos ser conscientes acerca de nuestro consumo y efectuarlo con responsabilidad. Pero no estoy de acuerdo con ese discurso de la culpabilidad tal y como lo manejan.

Esto no es una carta para defender al sector de la moda rápida, no merecen ese tipo de consideraciones. Pero sí un llamado a ser más empáticos respecto a los contextos individuales y el porqué consumimos esas marcas; al mismo tiempo de ser conscientes de nuestra obligación de exigencia y cuestionamiento hacia los cuerpos de poder y consumir de forma responsable, ya sea nuevo o del tianguis.



 

[1] Girón, María E. “La industria de la moda, la 2.° más contaminante”. Forbes México. 20 de abril de 2019.


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