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¿Esclavitud?: los trabajadores de la industria textil y la moda

Habiendo pasado el día del trabajo, hablamos sobre las condiciones en las que se desempeñan los trabajadores de la industria textil, una forma de esclavitud moderna.



El tema de la semana: las condiciones laborales de los trabajadores en la industria textil. El pasado viernes, 1 de mayo, en México conmemoramos el día del trabajo, es por eso que en esta edición del blog hemos decidido embarcarnos en lo que esta fecha representa desde nuestra perspectiva y dentro del ámbito temático que en mayor medida rige a rock with justice: la industria de la moda.

No es ningún secreto el daño que causa a nuestro planeta la producción y el consumo de fast fashion. Mucho se ha dicho ya acerca de la demanda de recursos y desperdicios que genera esta rama de la industria; sin embargo, el impacto que provoca va mucho más allá del daño al medio ambiente y los recursos naturales, pues también se sumerge en la explotación laboral y la violación de derechos humanos —aunque no está demás resaltar que el fast fashion no es el único implicado.

El rol de Asia en la industria textil

Aunque en teoría las grandes casas de moda tienen su cuna en países europeos, o estadounidenses en su defecto, el eslabón primario —que se refiere a la producción y fabricación del recurso textil; es decir, la mano de obra— se encuentra principalmente en Asia. Con esto no sólo hablamos de la producción de telas e hilos, sino también de la manufactura de las prendas completas —blusas, faldas, o lo que sea.

China, Bangladesh, Vietnam, India, Turquía, Indonesia y Camboya encabezan la lista de exportadores de prendas de vestir, al ser ellos quienes las confeccionan. Retomando a China, Vietnam, India y Turquía, y sumando a Corea del Sur y Pakistán, obtenemos la lista de los países líderes en exportación de textiles, al ser quienes producen y fabrican las telas e hilos. En este sentido, 8 y 6, respectivamente, de un top 10 de países, en lo que se refiere a la producción, fabricación y confección dentro de la industria textil, pertenecen a Asia [9].

Es sencillo deducir por qué estos países encabezan la lista de producción, fabricación y confección de prendas y textiles: los bajos costes que implican para los empresarios. Tampoco es difícil de entender que, para ser capaces de mantener esos bajos costes, es necesario someter a los empleados de las fábricas a condiciones infrahumanas, que no en todo el mundo se permiten permitir —esto quiere decir que las leyes laborales de estos países están confeccionadas para que los abusos no sean vistos como tal dentro del marco legal, aunque no pueda decirse lo mismo dentro del sentido común con respecto a los derechos humanos.

De acuerdo al portal Sustain your style, al menos hasta el 2013 se registraba que el personal de la industria textil y manufactura de prendas trabajaba más de 12 horas al día entre 6 y 7 días a la semana, con escaso tiempo para ingerir alimentos. Esto sin contar las necesidades que comúnmente presionan a los trabajadores a cumplir con horas extra: ya sean económicas, o las correspondientes a conservar su empleo, ya que podrían perderlo si no se disponen a acatar las peticiones de un horario extendido por parte del patrón para cumplir con las metas de producción según la alta demanda [3].

Estos trabajos no tienen género ni edad. Tanto hombres como mujeres se encargan de trabajar durante horas en las fábricas. De la misma manera, niñas y niños son sometidos a las demandantes jornadas laborales; el mismo portal menciona que

En el sur de la India, 250 000 niñas trabajan bajo el sistema Sumangali, una práctica que consiste en enviar a chicas jóvenes procedentes de familias pobres a trabajar a fábricas textiles durante tres o cinco años. A cambio, reciben el salario base y, una vez finalizado este período, el pago de su dote. [3].

Esto sólo considerando uno de los múltiples casos que pueden orillar a niñas y niños a presentarse cada día a trabajar.

La organización Ropa Limpia (Clean Clothes Campaign) ha estipulado que existe una diferencia entre el salario mínimo —que se refiere al monto mínimo a percibir estipulado por las leyes de cada país— y el salario digno —que engloba el recurso monetario necesario para vivir.


Es por ello que esta ONG realiza análisis en la industria textil y presenta reportes con la finalidad de generar transparencia. En esto mismo, para finales del año pasado (2019) reportó que los salarios mínimos legales estaban entre 2 y 5 veces más bajos que los indicadores de un salario digno. Sólo por poner un ejemplo, se señaló que en Turquía el salario mínimo correspondía a 2,030 TRY mensuales —lo equivalente a un aproximado de 286 USD—, cuando el salario digno para sobrevivir en dicho país se estima en 6,130 TRY; lo cual quiere decir que el salario mínimo apenas cubre el 33% de las necesidades básicas [1].



Si así se ven los salarios, poco prometedoras pueden ser nuestras proyecciones respecto a las demás condiciones laborales. Es precisamente India uno de los países que más muertes presenta dentro de las jornadas laborales, al estimar éstas en 130 por día en promedio. Aunque se considera que dicho país no posee tan malas leyes en lo que a seguridad laboral respecta, poco cumplimiento e implementación reciben éstas [7].

India es sólo el primer ejemplo de lo que posiblemente se vive y sufre de modo general en los países asiáticos mencionados. No se puede olvidar el derrumbe del 24 de abril de 2013 del Rana Plaza en Bangladesh. Se derrumbó la fábrica en la que cosían para marcas internacionales alrededor de 5,000 personas, situada en un edificio de ocho plantas que presentaba una estructura en mal estado y que ya había sido denunciada por los empleados, dejando 1,130 muertos y más de 2,000 heridos [6].

Lo ocurrido en Rana Plaza puso el ojo crítico en las fábricas de Bangladesh. A partir de la catástrofe, marcas y grupos empresariales de ropa y textiles que recurren a los servicios de estas fábricas con sede en los mencionados países asiáticos —entre ellos Inditex (que se conforma por Zara, Bershka, Stradivarius, entre otros), H&M, C&A o Primark— se comprometieron a firmar un acuerdo sobre seguridad y salud para evitar tragedias de este calibre y mejorar las condiciones de las personas que ahí trabajan [8]. Cabe mencionar que la unión de estas marcas y grupos empresariales también contemplaba cuestiones salariales, con la intención de ofrecer uno más digno:

Todas quieren que se paguen salarios más altos en las plantas textiles. Y, lo que resulta inaudito, están dispuestas a asumir ellas el aumento de los costes, aunque eso acabe repercutiendo en sus ganancias. [2].

A pesar de los compromisos adquiridos y las promesas hechas a partir de los sucesos de Rana Plaza, Ropa Limpia ha expuesto el escaso cumplimiento de los mismos, o séase que todo se quedó en palabras. Según esta ONG, el gobierno de Bangladesh no ha cambiado realmente su ley laboral para adecuarla a los estándares internacionales [en 4]. De la misma forma, en su reporte a finales del 2019 sobre el análisis de los salarios en la industria textil global, Ropa Limpia expresa que

Aún no hay ninguna marca que pueda afirmar que las personas que elaboran su ropa estén cobrando un salario digno, exceptuando a las que trabajan en el país donde se ubica su sede social. Ninguna marca de las que aparecen en el informe [Adidas, Amazon, C&A, Decathlon, Fruit of the Loom, Gap, G-Star, Gucci, H&M, Hugo Boss, Inditex, Levi Strauss, Nike, Primark, Puma, PVH, Tochibo, Under Armour, UNIQLO y Zalando] fue capaz de demostrar que las personas empleadas en Asia, África, América Central o Europa del Este estén cobrando un salario digno. [1].

Puras promesas.



Latinoamérica y Europa del Este

La situación en Asia en lo que respecta a la industria textil y de manufactura está lejos de ser sólo la punta del ice berg, pues en realidad comprende el centro de la problemática, al ser la región con más demanda de estos servicios —mano de obra barata y exportación del recurso textil—. Sin embargo, estos problemas no son exclusivos de esta parte del mundo, ya que también se encuentran en América Latina y Europa del Este —cosa fácil de imaginar desde el momento en que se menciona a Turquía, que se encuentra entre dos continentes, y el hecho de que América Latina siempre ha sido una máquina de humo.

Por ejemplo, el medio periodístico español, Público, durante el 2016 publicó una breve nota en la que trataba la situación de la industria textil. En ella mencionaba los casos de Argentina y Brasil, en donde se destaparon fábricas y talleres clandestinos en los que se confeccionaba para Inditex. Estos centros clandestinos presentaban niños trabajando, jornadas laborales de 13 horas por día y deficientes condiciones de salubridad e higiene [4].

El mismo medio de información citó a la ONG Ropa Limpia para declarar que en Europa del Este incluso

Bulgaria, Macedonia y Rumanía tienen salarios mínimos legales más bajos que China, y los de Moldavia y Ucrania son más bajos que los de Indonesia. [Ropa Limpia en 4].

Situación actual y COVID-19

A los problemas existentes en lo que respecta a la industria textil y de manufactura que ya se han ido acumulando a lo largo de los años, ahora habrá que sumarle aquellos que se generen por la contingencia sanitaria y limitaciones varias provocadas por el COVID-19.

La ONG Ropa Limpia en su edición en inglés (Clean Clothes Campaign) mantiene una especie de bitácora en la que va actualizando información día tras día según los sucesos de esta índole a lo largo de los países asiáticos que lideran el mercado de exportaciones en la industria textil. En dicha bitácora ha quedado expuesto cómo muchas de las fábricas han tenido que suspender actividades debido a la contingencia sanitaria y las medidas de seguridad en materia de salud que se han impuesto.

Gracias al cierre de las fábricas que se sufrió el pasado mes, los trabajadores atraviesan incertidumbre en lo que se refiere a su ingreso económico. Por ejemplo, en Bangladesh, al encontrarse parada la producción, se ha estipulado que deberá pagárseles el 65% de su sueldo en lo que respecta al mes de abril; sin embargo, esta cantidad no es suficiente —pues, como hemos visto, ni siquiera con el 100% de su salario lo sería para vivir dignamente—, y aun así deben lidiar con los dueños de las fábricas para recibir dicho porcentaje de su pago.

Ahora que las fábricas en Bangladesh han estado reiniciando sus operaciones, se teme por la seguridad en materia de salud de los trabajadores. Durante su reporte del pasado 5 de mayo, Clean Clothes expuso que

El gerente general de Chittagong Export Processing Zone (CEPZ) [en Bangladesh] explica que es imposible mantener distanciamiento social entre los trabajadores, pues “si los trabajadores entran al CEPZ por cuatro filas separadas, cerca de 25 mil trabajadores harían cola en cada fila. Y si los trabajadores mantuvieran una distancia de tres metros entre ellos, entonces el largo de cada fila sería de 75 km”. [5, traducción nuestra]

De esta manera, no se puede garantizar condiciones óptimas que permitan a los trabajadores de estas fábricas encontrarse seguros y fuera de peligro ante la situación alarmante que enfrenta el mundo entero en lo referente al COVID-19. De la misma forma, dentro del mismo reporte de esta ONG se indica que, aunque los empleados usan cubrebocas, los dueños de las fábricas no proveen guantes, desinfectantes o facilidades para lavarse las manos. Así es como miles de personas continúa trabajando en condiciones anti salubres.

Conclusiones y reflexiones

Aunque es importante reconocer que las marcas que consumimos directamente —como Zara, Tommy Hilfiger o H&M, por sólo mencionar algunas vagamente— no son las responsables naturales de las adversidades y sistemas de esclavitud que atraviesan los trabajadores de las fábricas dedicadas a la industria textil y manufactura —ya que estas marcas no se encargan de las operaciones y modalidades de estos centros—, de cualquier forma sí son parte fundamental del problema, así como de su perduración y mantenencia.

Las marcas que consumimos son una parte fundamental del problema y las condiciones de esclavitud que se presentan en la industria textil por el simple hecho de permitirlo, hacerse de la vista gorda, y seguir consumiendo los servicios de estas fábricas que poco ofrecen a sus trabajadores, todo por seguir ahorrándose unos pesos —dólares o euros, más bien— y no ver afectadas sus ganancias —cuando en realidad son compañías millonarias.

Hablamos de poca responsabilidad social por parte de las grandes marcas de moda. Se supone que estas empresas deben realizar auditorías a sus proveedores —en este caso, los dueños de las manufacturas—, y con ello definir si son dignos. Sin embargo, esto no les importa en absoluto; ya hemos dicho cómo Ropa Limpia evidenció que ninguna de las empresas que evaluó puede garantizar que los proveedores que eligieron no someten a una esclavización moderna a sus empleados; Inditex ya ha recibido varias multas millonarias por recurrir a fábricas clandestinas en Latinoamérica, y aun así no ha cambiado sus prácticas.

El medio madrileño El Diario Exterior publicó una nota redactada por María Peña en el 2016 en la que claramente se expresaba la opinión de ésta —y, al permitirlo, se intuye que es también la línea editorial que mantiene el medio de información—. En dicha nota se mencionaban, a modo de “no todo es tan malo”, las intenciones por parte de ciertas empresas de firmar un acuerdo para garantizar la salud y seguridad de los empleados de las manufacturas —cosa que ya hemos comprado que quedó en palabras—. Además, se expresan los siguientes tres puntos clave:

1.

Las empresas textiles más importantes del mundo, a pesar de lo que se crea, han favorecido al desarrollo de estos estados. En el año 2000, países como China exportaban el 7% de las manufacturas del mundo. Después del 2001, cuando entró a la Organización Mundial del Comercio, ha aumentado sus exportaciones hasta el 20%.

2.

Grandes empresas españolas como Inditex (con la fundación Amancio Ortega) y otras empresas europeas, vigilan mucho que la calidad de trabajo de sus empleados sea digna y cuenten con los derechos de todo trabajador.

3.

No solo hay que quedarse con las noticias negativas que nos llegan de estos países (como el derrumbe del edificio de Bangladesh), sino que también hay que pensar en que otras empresas que dan trabajo a muchas personas contribuyen a que muchas familias tengan posibilidades económicas. En mi opinión, no es justo generalizar diciendo que todas las empresas que trabajan en estos países se aprovechan de los trabajadores, ya que muchas trabajan por cuidar los derechos de sus empleados. [8]

En resumen, María Peña nos dice que, más que otra casa, a estas empresas deberíamos agradecerles la creación de empleos, el desarrollo en exportaciones de países como China, y que estas empresas en realidad sí se preocupan por los empleados de las fábricas y ven por ellos y sus sueldos. ¡Por favor! Ya descubrimos que las preocupaciones de estos monstros empresariales son falsos; y sí, efectivamente, se crean empleos y se proveen ingresos económicos, pero ¿a qué costo?

Los salarios asignados no son suficientes para llevar una vida digna. La seguridad y salud de los empleados no está garantizada. Y es más esperado que mueran o queden mancos por un accidente dentro de su trabajo —que les costaría más de lo que pueden pagar con sus ingresos económicos deficientes que perciben a partir del sistema de trabajo esclavo que los habría puesto en esa condición en primer lugar—, a que sobrevivan.

Nosotros, desde la comodidad de nuestra casa, también contribuimos al problema. No es la intención condenar a aquellos que consumen fast fashion —incluso nosotros, como rock with justice, lo hacemos también—; sin embargo, invitamos a ser conscientes de nuestro propio consumo, pues mientras haya quien compre, habrá quien produzca.

Entendemos que no es tan fácil dejar de adquirir los productos que comercializan estas grandes marcas de moda, sobre todo si se trata de fast fashion, pues para muchos representa la posibilidad de encontrarnos dentro del mundo de la moda, gracias a la accesibilidad de los precios —aunque, ciertamente, no nos van a dejar mentir, para el nivel socioeconómico de México, tampoco nos es tan barato; aunque claro que obviamente no vas a comparar el precio de una pieza de Zara con una de Atelier Versace, sería absurdo.

Fuera del fast fashion muchos de nosotros no podríamos embarcarnos dentro de este mundo capitalista, como lo es la moda, y ayudarnos de ella para mostrar lo que somos, y eso se entiende. Incluso, con los nuevos modelos de compra-venta que a raíz de esto se están abriendo un lugar en los mercados, como lo es el comprar cosas de segunda mano o vintage, no nos damos abasto porque, precisamente por su popularización, los costos de los productos en cuestión se inflan. Sin embargo, a pesar de estas barreras que se imponen a nuestros deseos de formar parte de algo y expresarnos con nuestra ropa, hay algo que podemos hacer: ser conscientes de nuestro consumo.

Hace ya varios días nos topamos con esta exhortación en twitter:


En ella se nos invita a evitar nuestro consumo de fast fashion, al menos durante la pandemia del COVID-19. 1) Realmente no tenemos ninguna necesidad de adquirir ropa en estos momentos, la mayor parte del tiempo estamos encerrados, for Christ’s sake. 2) Con la situación tan delicada en materia de salud, las personas siguen yendo a trabajar, poniéndose exponencialmente en riesgo de contagiarse, pues las fábricas no ofrecen ningún tipo de seguridades —como ya vimos.

Los invitamos a mirar qué es lo que se está produciendo a nuestro alrededor, cuáles son las marcas locales y cuál es la garantía y calidad que nos ofrecen, podríamos asombrarnos con su superioridad ante las grandes marcas de moda, y estaríamos ayudando nuestra propia economía. No siempre nos será posible preferir producciones locales, pero no está de más abrir nuestra perspectiva hacia otras opciones. Vivimos absortos en una sociedad capitalista, así que, si vamos a consumir, hagámoslo con consciencia.


Ahora sí, por último, les dejamos un pequeño fragmento —o más bien el trailer— del documental Machines (2016), en el que Rahul Jain expone múltiples aspectos que atraviesan trabajadores de la India dedicados a la industria textil.




 

Sobre nuestros recursos de información

[1] Bryher, Anna. “Salarios Dignos 2019. Análisis de los salarios en la industria textil global”. Ropa Limpia (Clean Clothes Campaign). Junio de 2019. Web.

[2] Höfler, Norbert. “Explotación laboral en la industria textil, ¿qué va a pasar?”. XLSemanal. 27 de noviembre de 2018. Web.

[5] “Live-blog: How the Coronavirus affects garment workers in supply chains”. Clean Clothes Campaign. 05 de mayo de 2020. Web.

[7] M. Olazábal, Víctor. “India, un cementerio para miles de trabajadores”. El Salto. 17 de agosto de 2018. Web.

[8] Peña, María. “Las empresas textiles en Asia”. El Diario Exterior. 16 de mayo de 2016. Web.

[9] Sandi Meza, Vinicio. “La cadena global de valor de la industria textil: El rol de Asia e implicaciones”. Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África. 28 de mayo de 2019. Web.

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