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El impulso de comprar: la ropa y la moda como un remedio para toda tristeza

Hemos convertido el comprar y consumir moda y ropa como un escudo anti tristezas y aburrimiento que al final de cuentas no nos funciona tanto como necesitamos.



Mucho ha retumbado recientemente aquello relacionado con la sustentabilidad en la moda. Y aunque hay todo que decir respecto a que los grupos encargados de manejar la producción de la moda rápida son los principales villanos de la historia, también ha salido a relucir nuestro hábito personal de consumo. Lejos de condenar principalmente la compra y consumo de aquello conocido como fast fashion, lo que en los últimos días hemos leído y escuchado se enfoca más en divulgar que una persona usa, en promedio, siete veces una prenda.[1]

Con todo esto, se busca promover la compra y el consumo responsable de la ropa. Esto quiere decir que nosotros, como simples mortales que tienen la necesidad de vestirse y buscan el lujo de hacerlo a su propia manera, en realidad no somos responsables de las malas prácticas de grupos como Inditex (Zara, Stradivarius, etcétera) y, en muchas ocasiones, situaciones externas a nosotros mismos, como la económica, nos orillan a hacer adquisición de los productos que estas empresas comercializan. Sin embargo, sí está en cada uno de nosotros planificar nuestras compras, sopesando nuestras alternativas y la utilidad que le daremos a aquello que pensamos adquirir.

En conclusión: no usar nuestra ropa —que por lo regular pertenece al modelo fast fashion— sólo siete veces y luego desecharla; sino que alargar su vida al máximo y aprovecharla muy bien, porque la ropa está hecha para usarse.

En esta entrada del blog, en realidad no es nuestra verdadera intención hablar sobre moda sustentable o el aprovechamiento de nuestras prendas en general, y particularmente las producidas en el modelo de moda rápida. Para nosotros no es un tema en discusión porque estamos de acuerdo con este concepto de un consumo responsable y aprovechamiento de cada prenda. Pero ¿qué es lo que sucede cuando se siente el impulso de comprar?


Cómo puede surgir el impulso de comprar

Yo siempre he sentido una tremenda afinidad hacia la ropa, entre otras utilerías por el estilo (zapatos, por ejemplo).

Cuando era niña y tenía alrededor de diez años, me sentía muy reprimida en cuanto a la ropa y la moda se refería. ¿Recuerdan la peli de Confessions of a shopaholic o Loca por las compras? Bueno, mi represión no radicaba tanto en que mis papás fueran codos, pero sí en que ellos tomaban las decisiones y yo tenía muy poca libertad de elegir aquellas prendas que quería comprar. Entonces, aunque podía vestirme con lo que yo quisiera que tuviera, la ropa en mi clóset no era lo que yo quisiera, y a final veía a todos “a la moda” —o lo que yo pensaba que era “a la moda”— y yo no me sentía “fashion”.



Así que me pasó un poquito como a Rebecca Bloomwood, pues ahora mi blanco ha sido la ropa, en el sentido de que, cuando me voy a dar un gusto o auto regalarme algo, por lo general, lo que compro es ropa y siempre estoy pesando en este aspecto y qué tendencias me gustan o cómo me quiero vestir, dándole una vital importancia.


Por lo mismo, siempre había visualizado en mi cabeza un clóset enorme lleno de opciones y posibilidades. Pero ahora, conforme he crecido, incluso cuando aún quiero vestirme de la forma que a mí mejor me parezca y tener miles de elementos y variabilidades para lograrlo, me he sumergido más hacia el entendimiento de la industria de la moda y la importancia de ser conscientes, como manifestaba al principio de este escrito.

Ahora soy consciente del efecto del capitalismo y me doy cuenta de que está cabrón, aun entendiendo la importancia de la sustentabilidad y ansiando ser responsable.

El impulso de comprar (ropa y moda)

Es algo muy complicado hacer coherencia entre tu impulso de comprar y tu consciencia en cuanto a la importancia de reducir tu consumo y tu buen entendimiento de que la moda engloba demasiados aspectos sociales, políticos, económicos e ideológicos, además de sólo lucir “bien”.

Siento que, relativo a esto mismo, el hecho de que la moda implique tantas cuestiones (como la social o ideológica), nos hace volver al sentido primario en el que la ropa está hecha para expresarnos. Y llegando a este momento, es tan fácil apartarnos del camino de la consciencia y responsabilidad, porque sólo queremos buscar aquello que en realidad nos represente y pueda hablar por nosotros.

En este caso creo que hay dos caminos a recorrer:

1) El primero es aquel en el que ser conscientes y responsable en nuestro consumo es una parte vital de lo que somos y nos constituye como persona. Por esto mismo, la precariedad de prendas en nuestro guardarropa refleja totalmente lo que somos y lo que queremos expresar, nuestras tres piezas de tela son más que suficientes para hablar por lo que creemos.

2) El segundo es ese en el que necesitamos experimentar y desarrollar nuevas ideas. Incluso cuando entendemos la importancia de guardar la compostura y ansiamos ser sanos habitantes de este planeta, buscamos más y más porque hay algo ahí que no nos permite quedar completamente satisfechos con sólo tres prendas, a lo mejor un momento de tu infancia en el que tus papás elegían tu ropa y tú no te sentías a la altura… —no lo sé, no es que sea mi caso, verdad…—. Pero bueno, es aquí donde entra la dominación del capitalismo y todas esas ideas que nos ha vendido por años y años y ahora no sabemos cómo deshacernos de ellas.

Por ejemplo, en lo que al capitalismo concierne, ¿quién no ha querido ser en algún momento de sus vidas como ellas?



Es ahí, justo en este último camino, el momento en el que aspectos como la moda llegan a intentar llenar vacíos. Creamos una completa necesidad de algo, en este caso la ropa, e idealizamos su uso. Por ejemplo, si tengo 10 prendas en lugar de sólo 3, tengo más posibilidades de lograr transmitir por medio de ellas mi humor y estado de ánimo de un día en particular, que no será igual al pasado ni al siguiente. Si me quedo con sólo tres prendas, mis posibilidades se reducen y corro el riesgo de lucir igual que ayer, pero no me siento igual que ayer, entonces termino completamente insatisfecho, lo cual puede llevarme a tristezas e inseguridades.

Por consecuencia, vamos desarrollando el impulso de comprar.

Para mí, sí que el mundo se vuelve mejor cuando compro, no les voy a mentir. Durante los momentos más grises o monótonos de mi día a día siento enérgicamente el impulso de comprar. Cuando más triste me siento, llega a mí la necesidad de dar un tarjetazo, muchas de las veces incluso cuando sólo estoy aburrida. Respectivamente, requiero “aliviar mi dolor” —si estoy triste o decaída—, o “darle emoción a mi vida” —cuando me siento aburrida por la monotonía.


Ya sea que esté triste o aburrida, la adquisición de prendas no responde a una necesidad de vestimenta. No es que tenga que cumplir cierto código por estatuto en el trabajo o los lugares que frecuento; no es que haga demasiado frío y las prendas que poseo no sean los suficientemente cálidas; no es que tenga sólo tres prendas y una de ellas no alcance a estar limpia y lista para el cuarto día… En realidad, tengo d e m a s i a d a ropa que ya no cabe en mi clóset y ni siquiera he tenido la oportunidad de usar —incluso estrenar, ¡válgame dios!— porque no salgo de mi casa más que en casos de extrema necesidad debido a la pandemia ocasionada por el COVID-19.


Y es precisamente esa otras de las cuestiones: el encierro aburre incluso más, lo que conlleva a impulsos de comprar todavía más frecuentes. Hay muy pocas distracciones, y las que hay engloban temas en los que el mundo y la humanidad se derrumba, lo cual deprime y abruma y genera otro impulso de comprar. Es un círculo vicioso, un ciclo sin fin… ¿cómo salimos de él?, ¿cómo lo rompemos?

Cómo podemos terminar con nuestro impulso de comprar

Esta es definitivamente la parte más difícil y complicada. Y realmente me cuestiono cómo puedo hablar de esto cuando en realidad ni siquiera yo misma he podido romper esta necesidad que me he creado en mi cabeza.

Creo que, principalmente, está el hecho de entender por qué compramos. Por ejemplo, en mi caso es una afinidad grande hacia la ropa y la moda, sumado a que ansío sentirme mejor, darle emoción a mi vida porque siento que hay momentos en el que ésta ni siquiera vale la pena debido a lo monótona y aburrida que es.

Pero, al mismo tiempo, inmediatamente de entender por qué compramos, necesitamos entender que el comprar no da una solución real a nuestro problema. La endorfina que liberamos tras haber realizado unas compras felices e innecesarias no durará para siempre, y en realidad nuestros problemas no se han resuelto para nada, sólo los opacamos con un momento de felicidad, pero siguen ahí, picando piedra para intentar hacernos sentir miserables en la primera oportunidad.


Personalmente, creo que una vez que entiendes estas dos cosas viene lo más difícil. Es lo más difícil porque ya sabes, ya entiendes, eres consciente, pero aun así el impulso de comprar no se va, sigue ahí. Creo que es justo en este momento donde viene lo más difícil porque ahora ya ni siquiera sabes cuál es el siguiente paso, cuál es el siguiente reto; o sea, no basta con tener un obstáculo, sino que ni siquiera sabes cuál es.

Quizá la respuesta inmediata sea acudir a un psicólogo para que te ayude con todo esto, pero mientras tanto…

Para evitar las compras compulsivas, siempre se recomienda tomar un momento para cuestionarte ¿realmente lo necesito? La idea es que a partir de esta reflexión concluyas la verdadera utilidad de lo que piensas o sientes la necesidad de hacer y desistas de realizar la compra. Pero, volvemos a lo mismo, aun cuando entiendes la poca utilidad de comprar esto o aquello o por qué quieres hacerlo, esa sensación de tristeza o aburrimiento no desaparece así como así nada más.

Algo que se me ocurre es aplicar la técnica del suprareciclaje o upcycling. Podemos tomar un día para analizar lo que tenemos en nuestro clóset, ver lo que ya no usamos, lo que ya está demasiado desgastado y darle una segunda vida. Muchos hablan de no tirar tu ropa, mejor donarla, pero ¿y si te la quedas? En este sentido, por medio del suprareciclaje puedes transformar ropa o piezas textiles que ya tienes, convirtiéndolas en prendas diferentes y, prácticamente, nuevas.

Creo que con este método podríamos lograr la liberación de endorfina, porque podemos experimentar la emoción de tener algo nuevo, la emoción de lucir diferentes con algo que realmente no habíamos usado anteriormente porque, aunque ya había estado en nuestro clóset, no había estado en nuestro clóset —aunque suene contradictorio o irónico.

Uno de los obstáculos que podría percibir en esta idea es que muchos de nosotros no sabemos ni siquiera cómo ensartar el hilo en la aguja. Y mucho peor sería para aquellos que realmente no están interesados en esta parte de tener un proceso creativo y trabajar mano a mano con un textil. Pero, viéndolo desde otra perspectiva, creo que esta podría ser la oportunidad para aprender algo nuevo y satisfacer otro de los vacíos que nos orillan a los impulsos de comprar: sentirnos aburridos y, probablemente, sin sentido.

En realidad sólo estoy soltando una idea al aire. Sinceramente el impulso de comprar es algo con lo que vivo y estoy intentando deshacerme de él porque no es bueno ni para mis finanzas ni para el medio ambiente, y ahora me siento en la parte más difícil: qué hacer una vez que lo reconozco y entiendo. ¿Cuáles serían sus consejos o ideas para lidiar con el impulso de comprar? Por favor, cuéntenos, es de vida o muerte.




 

[1] Miguel Trula, Esther. “1500.000 millones de prendas de ropa al año (y otras cifras en las que las tiendas no quieren que pienses”. Magnet. 5 de marzo de 2019. Ocaña, Araceli. “Siete veces: es el uso que le das (de media) a cada una de tus prendas”. Woman. 10 de junio de 2015. Entre otras.

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