Podemos arrepentirnos tanto de comprar como de no comprar. En esta ocasión nos cuestionamos qué es mejor y por qué. ¿Deberíamos dejar de pasar la oportunidad de tener eso que tanto queríamos porque realmente no lo necesitamos?
Me gustaría comenzar preguntándoles: ¿qué es mejor? ¿Arrepentirse de comprar o de no comprar? Piénsenlo.
Siempre vuelvo a este tema de las compras. Y no es que esté obsesionada con comprar —bueno, o sea, sí lo estoy, pero ignórenlo—, lo que pasa es que ya estamos en la temporada del año en la que más socorrimos a nuestro viejo frenemy: sí, me refiero al capitalismo.
La verdad es que el famoso Black Friday ya está a la vuelta de la esquina; y, por ejemplo, también durante noviembre, en México tenemos eso denominado El Buen Fin, que pretenden ser el fin de semana más barato del año, muy al estilo de su compañero gringo. Y obviamente que esto no es casualidad, sabemos que a finales de año solemos aventar la casa por la ventana, sobre todo por aquello de la navidad.
Por eso les decía que ya estamos en la temporada del año en la que más compramos, por distintas razones, principalmente por esa tradición que arrastramos de los regalos, además de que nos ponen incentivos económicos en forma de descuentos y adelantos de paga en algunos trabajos.
Ustedes deben de saber que para mí no importa la época del año que sea, que alguien me detenga, por favor, porque yo me dejo ir y compro y compro. Y a esto hay que sumarle que me ponen el mood completo para comprar: publicidad a todo lo que da, a donde sea que mire, y dichos que prometen que nunca encontraré eso que quiero más barato o que es el momento de obtenerlo.
Para esto, también ustedes deben saber que, de un tiempo para acá, he estado entrando en constante conversación conmigo misma para intentar reducir mis impulsos de comprar. De hecho, ya antes habíamos publicado un post aquí en rock with justice en el que precisamente cuestionábamos el por qué compramos y cómo nuestro estado de ánimo puede influir —así que, si no lo han leído, hagan click aquí y entremos en conversación, porque es un tema que sentimos muy en lo profundo.
Y bueno, en conclusión, en este portal somos muy susceptibles a comprar por impulsos. Es probable que tengamos en la mira un objeto que queremos adquirir desde hace muuuucho tiempo, pero eso no hace que realmente necesitemos comprarlo; tal vez a simple vista no es una compra hecha por el impulso del momento, pero no deja de compartir la esencia de una que sí.
No es intención ventilar a nadie, pero justo hace unos días leí en twitter:
“Me lo voa comprar, total, pobre ya soy.”
Y obviamente que le di retweet, no se los voy a negar.
Estamos ahora en una temporada que se rige por el consumo, quiero decir, es lo que solemos hacer durante noviembre y diciembre: comprar; es algo así como más cultura que nada. Suena diferente a nuestro habitual impulso de comprar que ya antes mencionábamos, porque ahora no hablamos de cuestiones internas que nos incitan a comprar en orden de aliviar dolores emocionales. Durante esta temporada pareciera estar regulado y avalado por las normas sociales: simplemente es el tiempo de comprar.
Aunque ahora no compremos para aliviar nuestro estrés o nuestra tristeza, todo parece indicar que el hecho de comprar sigue respondiendo a satisfacer necesidades emocionales. O sea, no se deja de sentir bien, pues; ya sea para hacer feliz a alguien más o consentirnos a nosotros mismos. Pero, incluso de esta manera, no podemos comprar todo lo que quisiéramos, digo, no creo que sea sano para nuestra cartera; a veces tenemos que elegir no comprar.
Hay diferentes razones por las que podemos elegir no comprar. Tengamos en cuenta que ya tenemos un presupuesto para realizar nuestras comprar, y el verdadero reto es hacerlo rendir o aprovecharlo de la mejor manera posible. Entonces, integramos y descartamos cosas de nuestra lista contantemente con el objetivo de cumplir de la manera más exitosa posible nuestra misión de comprar. En todo ese proceso de quitar y poner, tomamos decisiones, y es por ello que en un principio les preguntaba qué se les hacía mejor: arrepentirse de comprar o de no comprar.
Pienso que, cuando nos arrepentimos de comprar, una de las cosas que más nos atormentan es pensar en el dinero que gastamos y pudimos haber usado para otras cosas. Para algunos puede ser difícil dejar ir y convencerse de que lo hecho, hecho está. Y probablemente sea con justa razón, pero no sano de cualquier manera.
Por otro lado, cuando nos arrepentimos de no comprar, pienso que lo principal que nos atormenta son la ideas que nos hacemos en nuestra cabeza. Por ejemplo, podríamos llegar incluso hasta idear como podría haber sido nuestra vida si hubiéramos adquirido ese objeto: tal vez habríamos sido más felices, le habríamos dado uso en x o y ocasión, habría facilitado la resolución de cierta situación… etcétera.
Cuando sufrimos del impulso de comprar no pasamos por esto porque, precisamente por el impulso, compramos sin pensarlo. En cambio, en momentos como este, en una temporada específica para gastar, incluso cuando nuestras compras no respondan a verdaderas necesidades, meditamos el cómo y en qué invertiremos nuestro dinero, la cuestión no es si gastar o no, sino en qué.
Creo que, en ambas ocasiones, ya sea si arrepentirse de no comprar o de comprar, el sentimiento es momentáneo. Me pongo a pensar en los momentos en los que haya experimentado esto y, puedo asegurarles que como compradora profesional que soy, he vivido demasiados de estos, recuerdo haberme sentido así, pero realmente no recuerdo precisamente ni una cosa que me haya arrepentido de no comprar ni otra de comprar —las primeras seguramente se desecharon de mi mente al no tener alguna imagen real de ellas, y las segundas seguramente ya ni siquiera están en mi vida ni tuvieron la oportunidad de dejar una verdadera huella.
Así que, a final, todo pareciera que realmente no importa por qué cosa te arrepientas, igual y en un futuro inmediato ni te vas a acordar, mucho menos al final de todos los tiempos o en tu lecho de muerte, justo cuando toda tu vida pase frente a tus ojos.
Entonces, ¿cuál sería el arrepentimiento más fácil para sobrellevar en ese momento exacto? Mi filosofía de vida siempre ha sido que el dinero es para gastarse. Sí, ciertamente entiendo que puede ser mucho más complicado que eso, no todos tienen para gastar en lo que sea, también es necesario establecer metas para hacer rendir nuestro dinero. Pero estamos hablando de una posición privilegiada, si realmente no pudiéramos comprar algo, incluso con ciertos apretones, entonces ni siquiera estuviéramos contemplando la idea.
Es difícil intentar volver a algo que nunca fue —en este caso algo que nunca compramos, y que a lo mejor se agotó o fue descontinuado—. En cambio, si compramos algo que al final no fue completamente satisfactorio, siempre podremos encontrar a alguien a quien le interese. Sí, sí, muy en pro del consumismo. Realmente ese no es mi punto. Tampoco se trata que lanzarnos sin pensar.
No se trata de escuchar sin medida a nuestro impulso de comprar, que ya discutíamos en un post anterior, pero hay veces en las que nos merecemos consentirnos.
Así que… ¿qué es mejor? ¿Arrepentirse de comprar o de no comprar?
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